El cáncer de piel es una de las afecciones más comunes entre la población mundial; dicha afección es generada principalmente por la formación de células cancerígenas en los tejidos dérmicos, reconociendo entre sus principales factores de riesgo el color de la piel y la sobreexposición prolongada a la luz solar sin el uso adecuado de medidas de protección.
Según la Sociedad Americana contra el Cáncer, existen tres tipos de afecciones dérmicas asociadas a este padecimiento:
Representa una elevada amenaza en contra del bienestar del paciente, ya que tiene la propiedad de propagarse hacia el interior del cuerpo y de no ser tratado a tiempo, invade progresivamente los tejidos subcutáneos aledaños.
Al igual que el anterior, este tipo de cáncer se presenta comúnmente en las regiones del cuerpo de mayor exposición a la luz solar. Puede ocasionar deformidad en los tejidos y en casos más graves, la pérdida de funcionalidad de las regiones corporales invadidas.
Se originan en los melanocitos, células encargadas de generar el pigmento marrón de la piel; suelen presentarse habitualmente en el torso y las piernas. Para garantizar la efectividad en los tratamientos, es necesario intervenir la afección durante sus fases iniciales.
Dada la complejidad de los tratamientos y en vista de la necesidad de fomentar hábitos de autocuidado personal orientados a contrarrestar la propagación del cáncer de piel, compartimos esta serie de recomendaciones sugeridas por la Academia Americana de Dermatología: